martes, 12 de mayo de 2009

Caius


Caius llega, saluda, y paso seguido pregunta a un amigo -en secreto- si hay whisky en la fiesta. Acaba de empezar otra de sus noches eternas, y si uno quiere pasarla bien, no tiene más que permanecer a su lado. Yo, que acabo de esconder la última botella que quedaba dentro de un armario en la cocina, me río por dentro y espero el desarrollo de los acontecimientos. Caius desaparece y me distraigo con la música. Él es un ser flaco, con poco movimiento corporal, tan poco se mueve que parece flotar en los traslados. A muchas personas les podrá parecer poco interesante, creo que trasmite ese sentimiento, el de la simple presencia física. Al cabo de unos instantes, regresa de la cocina con el vaso de whisky más grande que he visto. Está repleto, y no tiene hielo.
A pesar de saber que algo así iba a suceder, es imposible no sorprenderse cuando las predicciones se cumplen a la perfección. Entonces me acerco y le digo: “Encontraste la botella”. Esto alcanza para que esboce una sonrisa y me conteste: “¿Fuiste vos el que la escondiste?”. Risas.
A continuación me explica que a una persona como él no le resulta nada difícil encontrar una botella. La encontrará si es que existe. Es una cuestión de olfato.
Caius tiene 27 años, algunos más que yo. Lo veo ocasionalmente, quizá una vez cada dos meses. Su rostro le aporta juventud: tiene cierto aspecto aniñado, pero uno sospecha que en el interior de su organismo reina el caos. Es que desde que lo conozco no ha parado de tomar. Yo siempre le digo a mis amigos, entre la broma y la verdad, que si alguien le saca el alcohol a Caius, él se muere antes. Estoy convencido de que el factor sicológico de su vicio lo arrastraría a una muerte prematura. Es increíble ver cómo una sustancia se apodera de una persona, en el caso de Caius la mezcla es perfecta: fue cuestión de tiempo para que él y el alcohol fueran un solo ser inseparable.
Estar con Caius requiere una dosis de paciencia y comprensión, y uno llega a divertirse mucho. Poseedor de un humor único, sus comentarios son ajustados como un dardo que da en el blanco. Suele hablar en frases cortas, en un idioma económico, y hay que estar atentos para captar la idea. Yo no puedo mantener un diálogo largo con él, no creo que alguien pueda. En las fiestas o en un bar, mientras mi vaso tenga bebida, imagino con Caius una conexión sin palabras, yo lo llamo “el lenguaje del alcohol”. Un lenguaje que Caius maneja a la perfección, porque su vaso está siempre lleno.

1 comentario:

Pebete Ormaechea dijo...

Gran historia javi, de una sensibilidad tremenda y de un amor tremendo. Hay horaciones que guardará el imaginario tiempo.