Es primavera y hace calor. A mi alrededor hay mujeres con uniformes negros y anaranjados. Todas ellas son hermosas, como salidas de un molde perfecto. Se reparten por la sala, ya sea caminando o bailando, pero siempre con una sonrisa fresca para dar. No hacen preguntas ni molestan a nadie. Ellas son máquinas de placer, un objeto más dentro del mundo que me tocó vivir. Yo paso mis días en la mansión. De más está decirles que nada me falta y cualquier deseo terreno lo obtengo con un simple chasquido de mis dedos índice y pulgar. A esto ha llegado el mundo en mi época, y no voy a
mentirles, en mi vida no existen los problemas, simplemente porque no tengo razón de tenerlos.
Mi padre fue uno de los tres magnates que gobernaron el mundo a partir del año 2134, cuando todos los demás gobiernos fueron disueltos y la tierra quedó en manos de los hombres más poderosos que existían. Mediante un acuerdo entre ellos, se repartieron las zonas comerciales y crearon -en esto fue muy importante la labor de mi padre- un ejército capaz de dominar cualquier revolución. Las empresas
Argand se dedican a la
clonación humana y al desarrollo de grupos humanos especiales. Esto explica tanto la existencia del ejército mencionado, como las decenas de chicas que me rodean mientras escribo esto.
Con la muerte de mi padre, mi tío,
William Argand, lo sucedió en el poder. Yo me desprendí de cualquier responsabilidad y me sometí a un mundo delicioso, diseñado enteramente a mi antojo. La relación con el tío
William siempre fue la mejor: nos vemos a razón de una vez por semana, e incluso se animó en varias oportunidades a probar mis inventos.
Cuando me visita siempre distingo en sus ojos un destello de envidia, pero es sólo por milésimas de segundo, luego su rostro recupera la compostura. Él es adicto al poder y yo al placer, creo que todos, de una forma u otra, creamos nuestra propia adicción.
No quiero que me
malinterpreten, yo en un momento tuve una vida "normal". Quiero decirles que hago alusión a lo que resulta normal para ustedes, que me leen casi 130 años atrás. Yo salía a la calle, buscaba y competía por mujeres, llegué a cursar algunos semestres en la Universidad
Argand. Debo confesar que esto lo hice por curiosidad, porque como imaginan nunca tuve necesidad de nada. Con el tiempo, sin embargo, un plan fue tomando forma en mi cabeza, evolucionando hasta convertirse en mi motivo de vida. Yo era quizá el único ser que podía eliminar el azar, convertir mi existencia en algo planeado íntegramente. Era el verdadero arquitecto de la vida.
Le comenté a papá mis ideas y resolvimos llevarlas a cabo. Durante un lapso de dos años y medio me centré en el diseño de 100 mujeres. Para ello me inspiré en el cine -de allí construí cerca de 30 modelos de las actrices más atractivas de todos los tiempos- y los restantes modelos (70) los exprimí de chicas que veía por la calle o que simplemente estaban en mi imaginación. Ellas son completamente normales, mujeres de carne y hueso, nada de robots. Lo único novedoso es que cuentan con un minúsculo chip que las programa para estar enamoradas de mí, pero, al mismo tiempo, no causarme ninguna molestia. Es ideal. No hice más de 100
espécimenes porque, aunque no lo crean, yo también tengo mis límites. Quiero confesarles que mientras escribo estas líneas,
Marylin Monroe está a mi lado y creo que está completamente loca por mí.
La mansión que tengo está en lo alto de la colina de
Hollywood, que se hizo famosa por aquel simple cartel de letras blancas. Ahora el cartel reza
Argandwood y las letras brillan en miles de colores por las noches.
Ustedes se preguntarán por lo negativo, en su época los humanos siempre buscan el lado negativo de las cosas. Sé que millones de personas cuando lean esto me encontrarán frívolo, falto de valores y sobre todo egoísta. Para aquellos que duden de mi modo de vida tengo algo que decirles. En el presente desde el que escribo, todo valor, creencia o modo de pensar ha sido suprimido. Tampoco existen dioses ni religiones que hagan fuerza a nuestro gobierno. Lo
único que existe realmente es el dinero. Todo gira en torno al dinero: la gente vive por él: llora si no lo consigue y
ríe cuando lo obtiene. Por esto, no tengo excusas que darle a nadie. A ustedes en el pasado les pido que disfruten sus vidas.