domingo, 23 de diciembre de 2007

Rompen Olas

"i was made with a heart of stone
to be broken with one hard blow
i've seen the ocean break on the shore
come together with no harm done..."
-Jane's Addiction, Ocean Size-



Rompen Olas
Ahí van tus olas rompiendo con las mías
Mucho ruido no hace mal
Porque en ellas va el silencio
La furia y la paz

Ahí van tus olas rompiendo con las mías
Sin control por el mar
Vuelvo a tenerte frente a mí
Y no me falta nada

Quiero creer en el instante
que se hace eterno
Una mezcla simple de los dos
Que nos hace únicos para siempre

Ahí van tus olas, tus olas con las mías
Cayendo, quebrándose
Se unen
Como si el golpe no hubiera existido

¡Mis olas! Soy un esclavo
Son ustedes mi vida y pasión
Tus olas siempre serán tuyas
Y al chocar con las mías,
Amor.
.
.
.
.
.
.

Que no falte amor en este nuevo año, el amor nos salvará.
Saludos para todos!
Javi

sábado, 22 de diciembre de 2007

Billeteras

En el desierto todo es muy duro. La tierra se retuerce en grietas y nos regala los espejismos más absurdos. Uno siempre cree que está viendo agua que nunca se alcanza, siempre más adelante, un paso más que nos arrastra a la muerte. Zoel descubrió esto antes de pasar a mejor vida, pero no tuvo tiempo de contárselo a nadie, tan sólo un grito a los cuatro vientos, que soplan sin sentido en el cuarto sin paredes que es el desierto.

Él se había portado mal. No era la clase de persona normal, por llamarlo de alguna manera. Nunca pudo desarrollar una personalidad. Hasta cierta edad fue inconsciente de esto, pero más tarde, al reconocerse como un nadie, lo poco de vida propia que tenía casi se derrumba en su interior. Como un dominó interminable que cae -y nadie puede frenar-, Zoel vivió en penumbras, convirtiéndose en un camaleón. Adaptándose a un mundo propio al que únicamente él encontraba valor. Y todo el resto de las personas lo tomaron por loco. Fue así como se convirtió en un demente, y al hablar de Zoel en el vecindario, todos sabían que su nombre era sinónimo de locura.
La ciudad se parece al desierto, pensaba Zoel. Uno grita algo y nadie contesta, llega la respuesta del eco, como una trampa, la burla más triste que puede existir. Como lo veían anormal, la gente no se acercaba a él. Muy mal aspecto mostraba al caminar por las calles. Yo, cuando lo veía pasar me decía: "Así nunca va a conseguir una mujer, pobre tipo, eso no es vivir". El punto es que Zoel encontró a todos sus problemas una solución. Las billeteras.
La locura a veces destapa un aspecto brillante de una persona, como una gran máquina que está estropeada pero tiene un circuito que funciona a la perfección. Eso fue lo que mantuvo vivo a Zoel: una vez que empezó a cambiar de colores se aferró a esa idea con todas sus fuerzas. Las billeteras fueron la salvación.
Básicamente, Zoel se dedicaba a robar billeteras. Extraía el dinero y algo más, se llevaba a la persona que robaba, se transformaba en esa persona. La billetera le daba un poder, era status, era saberse alguien y Zoel nunca era Zoel, siempre alguien más, una persona que cambiaba con las billeteras. Hay algo interesante en todo esto. Zoel terminó por convertirse en Zoel, yo encontré una forma de ser en él. Cualquiera puede verlo como un pobre diablo, un infeliz, no voy a juzgarlo ahora, no tendría sentido.
Zoel, siempre último en la lista de la escuela, puede haber sido un caso único de una mente perturbada, digna de ser estudiada en un gran manicomio. Pero guardó la imaginación para él mismo y sus fantasías eran ecos que no escapaban de su propia cabeza.
La relación que tiene el desierto con Zoel, es que la última billetera que robó era de un egipcio. Allí encontró mucha información que lo llevó a su propio final. Las ilusiones le jugaron una mala pasada. En la cascada de sus últimos pensamientos, se proyectó perdido en el desierto, solo, como siempre había estado y durante días quiso sobrevivir. No tuvo suerte, y la policía lo encontró en un cuarto tirado, delgado hasta los huesos. Un agente dijo: "Con toda la comida que hay y terminar así de flaco".
Lo que el policía nunca supo es que Zoel había estado en el desierto y no pudo escapar de tan terrible lugar.

domingo, 25 de noviembre de 2007

La señora de los gatos

La señora de los gatos vivía, como el nombre indica, rodeada de gatos. La señora de los gatos puede representar a todas esas mujeres que viven acompañadas de gatos. La razón de por qué no hay un señor de los gatos es un misterio para mí, y también debería serlo para ustedes, si es que les importa una pizca el fenómeno de los felinos domésticos.
Lo que sigue a esta introducción son pensamientos aislados que se pueden encontrar en la cabeza de la señora. He tomado cuenta de ellos y los uní dándoles coherencia para que todos podamos leerlos con calma.

"Tengo bien en claro que buscan algo. Ellos no se acercan para regalar cariño o una clásica amistad perruna. Un gato busca siempre el beneficio propio, un ser que se posa infinitamente en la montaña del egoismo. Y eso lo sé, y creo que nadie puede ir en contra de lo que digo".

"Llega el primero y comienzo a acariciarlo con mi mano derecha, mientras, con la otra mano, tomo la jarra de leche y la sirvo en la fuente. Tres van y toman. Las caricias hacen efecto y el primer gato está bajo mi poder: me mira y algo en sus ojos le da un toque milenario que me remonta a las gigantes efigies egipcias".

"Acabo de sentir gran placer cuando dejé a cuatro de mis gatos ronroneando. Se fueron acercando y rozaron mis piernas, buscando el contacto y creo que también dejando su olor. Nunca puedo resistirme a la seducción que usan en mí. A veces siento que no necesito un hombre, para qué si ellos me dan todo".

"Cuando me siento un poco low* los llamo a todos y trato de que permanezcan a mi lado hasta que los malos sentimientos pasen un poco. Las miradas silenciosas y su calor me hacen creer que ellos me entienden a la perfección. Hasta siento que me quieren de verdad. Después, cuando pasa la emoción, me ubico un poco y sé que no es tan así. Pero si me los sacan me muero".

"Hay gente que no le gusta entrar en casa. Hay pelos, pero no hay olor. Primero porque no tienen ese olor que generan los perros, y segundo porque los baño constantemente. Está bien, lo admito, estoy obsesionada con bañarlos. Mañana tengo que comprar shampoo, se está acabando. Y también llamar a Beto** porque creo que a Maia le duele una pata".

La historia de la señora de los gatos no terminó del modo más feliz. Ella perdió el trabajo que le daba más ingresos y no pudo mantenerlos más. Con el paso de los días los gatos se ponían nerviosos: tenían mimos pero les faltaba un poco de comida. Ya no ronroneaban tanto. Empezaron a aprovechar los descuídos y a huir. Un par se escurrieron entre sus patas cuando abría la puerta y huyeron a la libertad del vecindario. Otros por la ventanita del baño, hasta que ella los descubrió. Y cerró la ventana. Fue ésta una época terrible para la señora de los gatos. Un día, desesperada, abrió la casa. Sólo tres se quedaron con ella. Pero esto no fue lo peor de todo, porque con el paso de los días la señora pudo ver a varios de sus antiguos huéspedes desfilar orgullosos por la calle. Siempre mirándola con ojos prácticos y desafiantes, y a ella le daba por llorar y preguntarse qué vecino les estaba dando de comer ahora.


*La señora sabe inglés y le gusta a veces usar expresiones así. Low, en este caso, hace alusión a los momentos más amargos en la vida de ella.
**Beto es el veterinario.

viernes, 9 de noviembre de 2007

Jajaja.

El hombre vio algo raro y decidió investigar. Abrió la puerta y encontró un maravilloso mundo de payasos felices, niños jugando y un sol que hacía caricias. Entró y empezó a jugar, y eso que tenía 45 años por ese entonces. La gente estaba toda contenta y contagiarse fue muy fácil. Empezó a sonreir con las cosas que veía. Sus ojos se abrieron para poder asimilar las imágenes que llegaban.

Pensó, en cierto momento, en lo extraño de aquel lugar y decidió hacer preguntas. Cuando quiso hablar con un niño muy vivaz, comenzó un viento poderoso que obligó al hombre a taparse la cara. De pronto, la calma nuevamente. El niño le hizo gestos y un ruido de silencio -un enorme shhhhh!-, que pareció exagerado para el hombre.
-Acá no hablamos, sólo jugamos-, dijo el niño y se dio media vuelta para seguir tirando un trompo multicolor maravilloso. Así, sucesivamente, el hombre siguió intentando la comunicación verbal con otros seres que allí estaban. Pero siempre pasaba algo que lo evitaba. A saber: en una oportunidad le cayó un chaparrón personal, otra, el pasto bajo sus pies se convirtió en lodo espeso y se lo comenzó a tragar; en su último intento una nube densa de moscas lo rodeó y casi se vuelve loco.

Al irse las moscas, todos -y cuando digo todos eran como 300 o más personas- frenaron las actividades y lo miraron al hombre con rostros enojados, y en poses teatrales lanzaron un shhhhh! colectivo ensordecedor. El señor, muy inseguro ahora, se sintió acobardado y la fluidez de los primeros momentos se esfumó. Un poco se calmó cuando los demás retornaron a sus juegos.

Se sentó como un indio y observó. "Hay gente para todo", pensó. Uno de los payasos empezó con un show en extremo gracioso y todos lo rodearon con ansiedad para ver sus tretas. La curiosidad llevó al hombre a la ronda y también se rio, para ser más preciso se rio en carcajadas y el calor de la risa lo recomfortó. Con el monólogo del payaso se evadió de toda la curiosidad que tenía y logró concentración. A través de la risa se sintió parte del grupo. Una comunidad de la diversión.

Luego de este punto de quiebre pudo interactuar con las más variadas personalidades a través del juego. Se rio tanto que se le congelaron las costillas. Miró su reloj, habían pasado como trece -trece!- horas. Lo debían estar esperando en casa. La gente frenó una vez más y todos comenzaron a saludarlo, haciendo trucos novedosos mientras el hombre se encaminaba a la puerta. En el momento en que estaba por cruzar se acercó el niño que antes jugaba con el trompo -ahora tenía colgados unos resortes mágicos que se movían solos por sus brazos y piernas-. Lo miró y le dijo: "No te olvides de jugar en tu mundo". Así sucedió todo, y espero que me crean; no les vaya a caer un chaparrón personal por ser aguafiestas.

sábado, 27 de octubre de 2007

E l R a y a d o r

Yo soy Charly. Tengo un disco de pasta de los Doors, y está rayado en el lado A. El disco se llama Morrison Hotel. Saber quién me odia tanto como para rayar un disco así es una misión casi imposible. Tampoco espero encontrar al asesino. El vinilo está dañado con una simple raya que recorre toda la circunferencia en forma de estrella. Es hasta gracioso ver la serpentina infantil que alguien dibujó. Creo que utilizaron una llave o algo parecido. Todas las pistas tienen alguna imperfección. Las canciones son más humanas que nunca ahora; ellas son hijas de la rabia.

No puedo dejar de escucharlas. No quiero comprarme un disco nuevo. No las quiero escuchar en CD. Quiero escuchar las versiones podridas que alguien me dejó. Quiero que el sonido vuele en el aire y que la voz entrecortada de Morrison persiga al cobarde, que viaje como un boomerang hasta atraparlo. Sólo pido justicia, pero hace tiempo que me acostumbré a vivir sin ella.

Pasa muchas veces que cuando algo sale mal, sale de la peor manera posible. Es como una desgracia amplificada, con algunos toques dramáticos adicionales. Así, Peace Frog, la canción número cuatro, es la que resultó más herida. Obviamente, estoy seguro de que El Rayador no sabía que es mi canción favorita de la banda. Jajaja, me río porque Peace Frog asoma como un tema alegre, pero no llega nunca a serlo. Eso es más difícil que hacer una canción feliz o triste a secas. Me río porque todo viene en partida doble. Cuando vi el disco dañado, casi lo tiro contra la pared. Y ahora suena a pesar de todo y me hace feliz.

Lo normal es muy difícil de encontrar. Sé que no puedo invitar a nadie a escuchar el lado A conmigo, porque inmediatamente van a decir “esto está rayado, sacalo”. Todos tienen manías distintas y cada cosa que sucede evoca sentimientos un poco diferentes en cada uno. Yo no busco las ideas que vienen a mi cabeza, pero vienen igual. Es un ejercicio: suena la música y me concentro, me dejo afectar por lo que suena. Este disco me da una forma novedosa de escuchar. Tampoco se crean que voy rayando discos por ahí y viendo que pasa después. No, yo sólo aprendí a jugar con el mal que hizo El Rayador, y me siento bien por transformar toda esta desgracia en algo positivo.

Entre la música descarrilada, saltan frases de Morrison, con la voz profunda, siniestra, negra como el fondo de un pozo. Parte del ritual es dejar que el disco se desenvuelva por su cuenta, así que nunca lo toco una vez que está sonando. Hoy se trancó especialmente en la segunda pista, que se llama Esperando al Sol. El cantante diciendo: “This is the strangest life I’ve ever known”. Y es una frase muy interesante, porque justifica los actos de todos, incluso los míos y los del Rayador.

domingo, 21 de octubre de 2007

Un cuento de terror

Cuando llegamos no había nada. Este dato supongo que no es útil si les cuento que tampoco hay nada ahora. Del lugar que elegimos emanaba olor a culpa, de la tierra hacia el cielo, y oscuros presagios nacieron en mi alma.

No es que no haya sol, es algo mucho más horrendo. Con el paso de los días la atmósfera se volvió espesa; de manera macabra, un genial banco de niebla nos robó el cielo. La luz del sol ya no es natural, tiene un tono de fuerte brillo, que muchos como yo notan insano. Es una mueca de lo real, una payasada del clima que se ríe de nuestra suerte.

Al principio creímos que todo iba a pasar. Yo también. Pero nadie tenía iniciativa de averiguar nada. Con la niebla, nuestra torpeza se incrementó en niveles insólitos. En la tercer noche los aullidos. El miedo se convirtió en nuestro compañero por las noches. Parecen lobos. Pero yo conozco el aullido de un lobo y lo que escucho es rabia flotando en el aire, entrando sin piedad a través de cada centímetro de mi piel.

Tenemos alimento para dos días más. Vernos entre nosotros se convirtió en todo un desafío. Recién se distingue a una persona cuando su rostro se acerca a escasos centímetros de otro. Somos ciegos, me siento un ser muy raro: tanta luz y nada para ver.
La noche del primer ataque -la tercera- fue como el telón de una obra que se abre y da paso a un terror intenso, que no es más que la proyección de nuestra propia muerte. Por los gritos desciframos que se habían llevado a un chico inútil llamado Harpo. Lo que sea que se lo llevó, aquella cosa inmunda que nos quita el valor, se calló por esa noche. Nadie, salvo los niños más pequeños, volvió a dormir jamás.

Algo increible ocurrió al amanecer. Harpo, regresó. Llegó pidiendo auxilio a gritos, pero el miedo era tan grande que todos permanecimos estáticos, con el pulso a flor de piel. "¡Malditos! Yo sufrí por ustedes y ahora huyen de mí, en el peor momento de mi vida", dijo Harpo. Lo que queda de aquel muchacho inútil es un cúmulo de insensatez, ¿quién, en su sano juicio, va a dar algo por él?

En las siguientes noches, los ataques de la cosa se sucedieron, en frecuencias cada vez mayores. Funciona así: cuando empiezan los aullidos, sabemos que eso viene por nosotros. Comienza el caos y nos agrupamos en medio de la oscuridad. Algunos, al azar, son tomados por esa fuerza invisible y arrastrados sin remedio hacia el bosque que nos rodea. Vuelven al amanecer, insultando a todos, fuera de sí, manejados por un rencor insondable.

Supongo que es la venganza. Somos la raza que carga con el odio y, así como así, la tortilla se dio vuelta y algo se cobra las deudas que dejamos en el camino. Ni quiero cometer el pecado de preguntarme porqué a nosotros nos pasa esto. En este lugar esa pregunta tiene la respuesta en cada bocanada de aire y creo que todos entendimos, en cierto nivel, que hay algo de justicia en toda la tragedia que nos tocó vivir.

Los que vuelven de los ataques ya no establecen comunicación con los otros. Maldicen sin freno. Eso es lo único, quedan así pataleando un monólogo eterno, codeándose y durmiendo con pesadillas hasta que la muerte se hace cargo de ellos. La enfermedad que los ataques sueltan con misterio me da pánico. Me di cuenta de que ya no tengo miedo a morir. Es más, morir es un bálsamo para esta agonía cerebral. Algunos sobrevivientes, en el séptimo día, decidimos tomarnos de la mano y, con nuestras últimas fuerzas, intentar atravesar el bosque en medio de la niebla. Como sé, muy dentro de mi alma, yo no merezco escapar. Estoy en la bolsa de los cobardes, de los medianos que no hicieron nada con nada. Este lugar nos representa y vamos hacia una muerte inmediata, estoy convencido.

Este diario es mi legado final. Al que lo encuentre, sepa que algo horrible sucedió en estas tierras y que, por favor, prevenga a todos de ello.

viernes, 19 de octubre de 2007

Ella y los rieles

Ella miró al cielo y sus ojos chocaron con las estrellas, débiles, luchando contra la luz cobre de la ciudad. De pronto maldijo el lugar donde vivía y miró a las personas que la rodeaban, con el presentimiento de que a todas les pasaba lo mismo. Pero no. Se encontró sola en pensamientos que nacían solos, como magia. Si no hago fuerza para pensar estas cosas, ¿porqué buscan con tanta fuerza aparecer?

La única conclusión a la que llegó fue que algo andaba mal. No sé si Adán y Eva existieron -pensó-, pero esto no es el paraiso. El paraíso se fue a otro lugar. La libertad siguió al paraíso de la mano y huyeron juntos, hacia dónde, nadie sabe.

Siguió caminando, volvía del trabajo a su casa. Lentamente, como un suspiro invisible, otro día se escapaba. Ella recorría uno de esos momentos íntimos, ella se planteaba si su vida iba sobre rieles. ¿Iba sobre rieles? Todos la felicitaban, pero sabía que no encontraba la conexión con sí misma. Empezó a recordar el momento en que la había perdido y voló en recuerdos a la niñez. Durante algunas estaciones del metro, ella tenía 7 años y se hamacaba en un parque con su hermana. Los pelos suspendidos en el aire, brillando al sol como espigas de oro. Sin problemas, no existían preocupaciones, era la plenitud, era la sinceridad incuestionable de una niña. Cuando su mente terminó de proyectar esta película, ya era tiempo de bajarse y caminar las tres cuadras hasta casa.

Al llegar, prendió la tele y empezó a buscar algo para ver, siempre hay algo para ver, se dijo a sí misma. Buscó, y tras dar un par de vueltas a todos los canales, se detuvo en una película intrascendente. Al rato sus párpados cedieron y quedó dormida sobre el sillón, sin sacarse la ropa de oficina.

Otro día. Ya de nuevo en el trabajo, hizo lo de siempre. Y lo hizo bien. Desde lo alto del edificio, miró al río y vio los barcos moverse despacio, y por un instante habría dado todos sus estudios y reputación por ser aquel marinero que manejaba el timón.
Durante el resto de la jornada, divagó sobre la vida de otras personas a las que creía más felices que ella. Sintió cierto vacío apoderarse de su vientre. Decidió llamar a su hermana y le dijo: "Vamos a vernos, quiero hablar contigo, necesito hablar contigo".

-Me siento que nunca debí haber crecido más que 7 años.-
-¿Porqué decís eso? -dijo la hermana menor-.
-Porque creo que, a esta altura de mi vida, haga lo que haga, nunca voy a poder ser más feliz que cuando tenía 7 años.-
-Jaja, ¿sabes qué?, creo que tenés razón, me gustaría tener un control remoto de nuestras vidas y ponerle rewind unas cuantas veces por día-.
Ella miró a la hermana y sonrieron, en un gesto de complicidad único, que sólo entienden los hermanos o los muy amigos. Y siguieron las dos caminando por la ribera del río, venciendo al tiempo y al cambio, en recuerdos eternos de felicidad.

miércoles, 3 de octubre de 2007

L o s m u n d o s

El segundo cuento que escribí en mi vida, cuatro años atrás. Ojalá les guste, a mi siempre me gustó.

La noche para todos nosotros hubiera sido demasiado oscura. Sin embargo, para el hombre que conoce la oscuridad por dentro, la noche que todos vemos no es más que una sombra de la que se puede encontrar en nuestro interior. Llevaba mucho tiempo caminando, en algunos momentos llegó a correr, pero luego desistió al ver que no disfrutaba del paisaje. Estaba seguro de ir solo y se sentía conforme con eso, porque sabía que es mucho peor sentir la soledad rodeado de personas, como un vacío que nada puede llenar y se lo estaba llevando a un mal lugar.
Desde que partió del otro mundo, mundo que seguía existiendo al tiempo que él estaba allí, todo mejoró en su interior. Su oscuridad fue tomando forma de luz y todo cobró sentido, nuevo y revelador, que le dio sabiduría. Fue en ese momento que vio una casa a lo lejos y sintió que alguien vivía allí, aunque a esa distancia era difícil afirmarlo. Caminando se acercó a una puerta de roble, enorme, con dos leones de bronce como golpeadores. Majestuosa y sombría se mostraba la casa en medio de la noche.

Resulta que el único que se encontraba en esa casa, heredada de mi abuelo, era yo.
Los tiempos eran diferentes a los de ahora, yo me estaba adecuando a la vida en mi nuevo hogar y tendría que comenzar a cultivar para poder alimentarme en el cruel invierno que se aproximaba.
Un sonido me despertó, era el sonido seco de alguien golpeando la puerta. Esos golpes representaron en mi vida un nuevo amanecer . ¿Nunca esperaron ser sorprendidos de manera sobrenatural por alguien que golpea sus puertas? Esto les puede pasar en cualquier momento, esta historia así lo prueba. Duro y frío como el mismo mármol que pisé, me desperté para abrir la puerta, por supuesto que tomé en el camino la Winchester de caño recortado. Era menester la seguridad.
- “¿Quién está ahí?”
- “No soy más que una persona viviendo, no preciso la violencia ni traigo el mal en mi bolsa.”
Estas palabras entraron en mis oídos y me llenaron de dudas, sin embargo me dieron la seguridad de que lo que el hombre quería transmitir era verdadero.
Abrí la puerta y esa fue la primera vez que lo vi: ropas viejas, no tenía ningún tipo de calzado y llevaba un gran tapado de bisonte que cubría todo su cuerpo. Su rostro era el de alguien joven aunque contaba con las marcas del tiempo, un semblante desprolijo y auténtico, una barba larga y blanca y el pelo espumoso, del mismo color que la espuma del mar.

Le pregunté por qué caminaba de noche, y él contestó algo innovador y sugestivo: “La noche tiene tanta vida como el día, la energía nunca descansa y yo me muevo según mis sentimientos, la naturaleza es libre en su orden.”
A continuación, me dijo: “¿Puedes abrirme la puerta a tu mundo? De esta forma yo te mostraré el mío y veremos qué mezcla extraña y novedosa sale de ellos.”
-“¿Mi mundo?”, pensé.
Sin más, agregó: “Todos tenemos un mundo, está en nuestra mente, lo forman nuestra energía y pensamientos. Algunas veces se encuentra presente y otras muy escondido, tímido. Es en estos casos que vemos a una persona apagada e insegura. No por descubrirse ante nosotros debemos juzgarlo bueno o malo, yo sólo quiero ver lo auténtico.”

En mi interior, y no muy profundo, pensé: “Maldito loco, ¿qué diablos hace adentro de mi casa?” A pesar de las dudas algo en mí encontró profundidad en sus frases, y me partí en dos, hasta que la batalla fue ganada por el instinto. Entonces, le di permiso para quedarse en casa, pensando que eso era lo que aquel extraño deseaba.
Ante mi ofrecimiento respondió: “Hace tiempo que no vivo bajo el techo del olvido, la tierra me ha llamado y acudí a ella para limpiarme de la oscuridad, es necesario mantener una parte de ella, así se valora más la luz. ¿Nunca has pensado en la cantidad de mundos que coexisten, no sin disputas, pero coexisten al fin? Son mundos creados por nosotros, mundos irreales que se transforman en metas insensatas...tú debes estar preparando la cosecha, ¿cuánto tiempo quieres vivir aquí?, ¿cuántas cosechas tendrás antes de recoger un fruto real?”
Ante este bombardeo, surgió mi parte más racional. Yo no estaba listo para pensar. Decidí rápidamente cerrar la cortina de mi mente cuando comenzaron los dilemas, disparados por el hombre nocturno.
Aquel barbudo señor tenía el extraño poder de saber lo que la gente como yo, rutinaria, estaba pensando. Esto lo podía sentir a través de sus ojos, y supongo que habrá pasado mucho tiempo hasta que me los quitó de encima y dijo: “Ven, voy a mostrarte algo, toma mi mano.”
Descargué mi escopeta en la alfombra roja que cubría la entrada de casa y le hice caso. Al tomar la mano, en mi mente se proyectaron imágenes llenas de vida, llenas de amor, donde el tiempo cobraba sentido e iba llenando de pequeños fragmentos el frasco de la vida. Una luz me encegueció y desperté sin saber dónde estaba. El hombre estaba sentado en el sofá frente a mí y sentí seguridad.
Dijo: “¿Has visto?, mi frasco está casi lleno, cuando se complete yo partiré de estas tierras, pero no me iré sin nada. Toda mi energía fue transmitida y espero que ella no pare de circular, incluso cuando ya no esté aquí. Ahora –dijo-, ¿qué es lo que tú quieres? Todos tenemos un frasco que debemos llenar, si no, nada tiene sentido.”
En ese momento me recompuse y no tuve que tomar una decisión, sólo recordé el verdadero sentido de vivir.



martes, 25 de septiembre de 2007

Pensamientos en tres líneas o menos

La luna da, en 24 horas, una vuelta sobre el mundo y exactamente otra vuelta sobre sí misma. Por eso es que siempre vemos la misma cara. Me fascina pensar en eso. ¿Quién se puso de acuerdo para que algo así suceda?

Si pensamos el mundo como nos recibió en el comienzo, no cabe otra alternativa que imaginar la perfección. Por más que haya casas y obras de arte admirables, hicimos mucho más de lo malo. A un paisaje natural, virgen, no hay nada que objetarle.

Cuando era chico podía jugar en la calle horas interminables sin miedo. Las casas no tenían rejas. Ahora no veo demasiados niños jugando en la calle, creo que están adentro, en el hogar, bajo llave y muchos usando aparatos electrónicos.

Qué rápido pasa la primavera.

Hace tiempo que no hay bichos peludos en la calle. No me gustaba verlos, pero no sé porqué se fueron sin avisar. Supongo que los extraño.

Podrían filmar la próxima película de Batman en Montevideo. Es increíble que no se hayan dado cuenta que nos parecemos mucho a Ciudad Gótica. Si pueden miren el palacio Salvo de noche.

En una entrevista a Jaime Roos, le preguntaron cuál era el peor defecto de los uruguayos. Dijo la envidia. Creo que tiene razón.

Supongo que no hay nada nuevo en este pensamiento, pero los problemas de cada uno casi siempre son los peores problemas.

En algunos ómnibus toda la gente habla entre sí y parece conocerse. En otros hay un silencio tan grande que si estornudas sos un desubicado.

La música para hacer las compras en el supermercado es tan agradable que a veces me da miedo.

No hay explicación ni sentido para tanto sufrimiento en la humanidad.

Bob Marley –junto a los Wailers- logró que todas sus canciones fueran buenas. No hizo una canción mediocre en toda su vida.

Existen personas desconocidas que viven solas en las montañas. Existen personas conocidas que viven rodeadas de gente.

A veces, por la ciudad reconozco alguien que al golpe de vista me resulta interesante y me gustaría conocer. Pero la mayoría de las veces se escurre en la multitud y no lo veo nunca más.

Tengo, en mi cabeza, una lista de seres humanos con los que me gustaría compartir una charla. Pero muchos están muertos, y los otros ídolos que quiero no saben quién soy.

Como no conocemos porqué vivimos, hasta nuestra idea más segura no deja de ser un enigma. Hasta ahora todo el universo no es más que un enigma. La palabra enigma es también un enigma.

viernes, 21 de septiembre de 2007

J a c k

Jack es el nombre de una persona única. Pero eso no alcanza para definirlo porque todos somos únicos. Así que hay que decir lo que hace a Jack especial entre todos nosotros. Primero que nada Jack no existe, es un producto de mi imaginación. Jack es pensamiento puro, es una combinación de gente y de ideas que navegan por mí.
Jack, él puede viajar al lugar que quiera con sólo pensarlo, así, ha recorrido casi todo el mundo. Lo que más le gusta son los lugares cálidos. Prefiere las Bahamas y tiene una enamorada allí. En realidad tiene amores por todo el mundo. Como puede teletransportarse, eso le da tiempo y calma para mantener las más variadas relaciones.
Jack no gasta mucho en comida. A veces, cuando tiene hambre se hace aparecer en un gran restaurant y pide todo lo que quiere. Y luego, cuando hay que pagar, simplemente ya no está. Jack no piensa demasiado en las consecuencias de sus actos porque nadie llega a conocerlo en profundidad. Pero no es malvado. Generalmente no permanece por estancias muy prolongadas en el mismo lugar, pero cuando sí lo hace se porta bien y no molesta a nadie.
El tiempo para Jack no es el mismo tiempo que para nosotros. Puede ir de Australia a Hawaii como un rayo de sol, entonces la noche y el día son relativos. Le encanta descansar sobre hamacas colgadas en palmeras de islas trópicales. Como vieron, no le gusta mucho el frío, aunque suele pasear por el invierno europeo. Le gusta la ciudad de Praga. Le gusta mucho el sur de Italia y también España en su límite con Francia.
Por supuesto que no está solo en el mundo, tiene grandes amigos de las más diversas profesiones religiones. A Jack se le da bien el trato con la gente, por su naturaleza no busca problemas, y va tan tranquilo que hasta el ser más salvaje de la ciudad o de la selva reconoce su calma. ¡Si ustedes lo vieran! Es imposible que alguien no se sienta bien en su compañía, tiene un río de historias para contar, pero lo más importante es que tiene también ganas de escuchar.
Jack se puede aparecer dentro de grandes bóvedas de bancos en Suiza o Estados Unidos y planea donar lo que sea necesario para terminar con los problemas del mundo que el dinero sea capaz de arreglar. Jack es un idealista en este sentido.
Jack hace infinidad de cosas más que mucha gente no creería. Él ya es parte de mí y yo parte de él, por eso, nadie puede negar que Jack existe y que es alguien asombroso.

martes, 4 de septiembre de 2007

Rambla

Lo primero que veo cuando llego a la rambla es el mar: una mezcla inseparable de océano y río. Como dijo una gran persona: “Puedo ver en el mar marrón de Montevideo, la sal que viene desde el este en un barco de paz, que navega por siempre”. Hay días en los que el marrón se ve sustituido por un verde digno del Atlántico, un color que hace soñar.
Las olas traen mensajes de otros continentes y mares, pero nadie parece escucharlas. A escasos metros, los autos vuelcan su incansable ruido. En esta rambla no se puede escuchar el agua, a menos que te acerques demasiado o te bañes; las olas acá hablan en secreto. Por su parte, el cielo quiere ver en qué estado se encuentra, y el mar se ofrece de eterno espejo.

La arena parece quejarse sin éxito bajo la basura que en ella descansa, y, sin embargo, mantiene algo de su pureza. Algunas gaviotas, escapadas de su isla, se posan en la orilla y miran al horizonte. Sospecho que más tarde irán al basurero para alimentarse. La ciudad ha cambiado la costumbre de las gaviotas: prefieren la comida rápida.

Supongamos que estamos de cara al mar, a nuestra izquierda tenemos una bajada larga, que conecta el cemento con el agua. Se ha construido para barcos pero está fuera de servicio. A nuestra derecha, sobre el otro límite, existe un parador antiguo. Está muerto en invierno y en verano apenas se escapa de la tumba. La acera de la rambla es una interminable sucesión de rayas horizontales, blancas y violetas que pueden volvernos locos si las observamos por más de un minuto. Ciclistas y corredores la usan mucho. Los autos forman parte del paisaje, nos recuerdan dónde estamos, en caso de que nuestra mente se vaya lejos ante la inmensidad del mar.

Una ciudad que crece y que llega a un límite, tan lejano que los ojos se pierden en el horizonte. Y pensar que existió un tiempo en que los bancos eran colocados de espaldas al mar, cuando en realidad la rambla es un lugar para asombrarse, para tomar consciencia de lo pequeños que somos. La naturaleza sigue viva en medio de nuestro camping de cemento.

Algo más de cien metros, en pleno Malvín. El pedazo de rambla que se ha grabado en mí: entre las calles Estrázulas y Michigan.

El hombre que sonreía



Un buen día nació un hombre que siempre estaba bien. Un hombre que no tenía malhumor y al que nunca le faltaba la risa. Toda su existencia -dulce vida por cierto- la pasó en la casa rural que estaba en lo alto de la colina. Los vecinos, sin excepción, le tenían envidia. Simplemente porque no soportaban verle feliz todos los días.

En silencio, cada uno de los pobladores, durante años, fue generando un profundo rechazo hacia él. Cada uno de ellos sufría regularmente la escasez de agua, la muerte del ganado, la pérdida de cosechas, y el único que mantenía el estado anímico era aquel hombre anormal. Los habitantes, al despertar en un día de desgracia buscaban inconscientemente el rostro del hombre de la colina, incluso tocaban a su puerta, pero nunca lo vieron con gesto sombrío; siempre la carcajada fantástica, aquel sonido insólito que hacía la vida de todos aún más miserable.

Cuando, en 1951, llegaron las grandes inundaciones, la situación llegó a límites insospechados. El río arrastró todo el ganado y disolvió las plantaciones anuales. El pueblo fue abandonado por un mes, mientras bajaban las aguas. Al regresar, incrédulos, pudieron observar como el hombre reconstruía su casa en la colina. Siempre riendo, las risas infernales se podían oir desde la ruta. A días de finalizar la casa, un grupo de vecinos aprovechó una ida del hombre al mercado y, desesperados, demolieron a palasos el rancho de madera. Avisaron a los demás y se escondieron con largavistas para disfrutar del sufrimiento del ser insensible. Todas sus esperanzas fueron en vano.

A la mañana siguiente, luego de dormir en una carpa por la noche, el hombre que sonreía bajó al pueblo y compró nuevas maderas para la casa. El vendedor, furioso, le cobró el doble por la compra. Al pagar, el hombre dijo: "Qué gracioso, cómo trepan los precios". Y se retiró a carcajadas del local, repartiendo el buen humor a toda la vecindad. En lo que duró su vuelta a la colina, el pueblo entero había tomado una decisión: estaban frente a un demonio, una persona que no merecía vivir en este mundo.

Por la noche, un grupo de hombres con capucha y vestidos de negro, rociaron con gasolina la carpa del hombre feliz y la prendieron fuego. Hombres, mujeres y niños del pueblo miraron desde lejos la hoguera y la muerte. Sin falta, aprovecharon la ocasión para sonreír, mientras volvían a sus casas para dormir en paz, por primera vez en mucho tiempo.





Bye Bye Dinosáuricos




México. Miró hacia arriba, atraído por el rugido del cielo. Una enorme bola roja prendida fuego se deslizaba a gran velocidad, volando sobre el horizonte, a unos escasos kilómetros de distancia. Poco después, el impacto, el temblor inmediato en la tierra y el miedo en el cuerpo. El gigante se tambaleó y cayó sobre un árbol. Era el principio del fin.

Cuando el día desapareció, nadie entre los dinosaurios entendió nada. Vagaron en estado de shock por la selva, ahora teñida de oscuridad. Miles de ellos, los supervivientes, perdieron el sentido horario y vivieron en confusión, durmiendo siestas entrecortadas, siempre alertas para no ser devorados en la noche eterna.

Sí, la naturaleza fue cruel con la especie. Un meteorito, con un universo infinito para elegir, vino a impactar en la tierra, y cerró la etapa dinosáurica. ¿Acaso los dinosaurios se habían portado mal? Eso no importa porque no podían distinguir entre bien y mal, ellos vivían tranquilamente guiados por el instinto. En la biblia nunca hablan de esto, pero yo siempre me pregunté acerca de un hecho tan importante para nosotros. Estoy convencido de que los humanos no podríamos convivir con la especie dinosáurica.

Ahora, voy a imaginarme cosas. El tan famoso meteorito destructor nunca cae, por lo tanto tengo que concluir que los dinosaurios siguen vivos. Se reproducen, y corretean por el mundo en paz -bueno, algunos eran tan grandes que sólo podían caminar-. Es más, dominan el mundo. Incluso había algo que hoy no hay: un depredador en el cielo, los terodáctilos asesinos. Hace un tiempo mi hermano me dijo al pasar -y con razón- que existen tigres, víboras, tiburones y orcas mortales, pero no hay una gaviota o un águila gigante que nos pueda quitar la vida.

La cuestión es: ¿alguno de ustedes se imagina a la especie humana naciendo y desarrollándose en medio de un mundo dinosáurico? Yo no. Me imagino un caos terrible: hombres devorados por dinosaurios Rex, bebés raptados por terodáctilos, entre otras horribles imágenes. De verdad que tendríamos que haber luchado por sobrevivir en tal escenario.

Pero no. El meteorito sí cayó, hizo un enorme agüjero en la Península de Yucatán y las flores no brillaron nunca más para los indefensos dinosaurios. Y 65 millones de años después, acá estamos los humanos. La única especie que puede pensar, los únicos que podemos crear reglas del bien y mal. Los únicos que, desde el 6 de agosto de 1945, demostramos que podemos destruirnos a nosotros mismos, sin la ayuda intergaláctica de ninguna roca voladora.

viernes, 31 de agosto de 2007

La última misión

Ahora, voy a describirlo lo mejor que pueda. Contaba con un cuerpo grande, tanto en altura como en ancho. La panza no era chica, y siempre recibía los platos de comida con una sonrisa en los ojos. Su voz se alzaba por la casa como un trueno, especialmente en momentos difíciles, y ella tenía un carácter incuestionable. Era un hombre fuerte, de eso no caben dudas. Estoy seguro de que llevó a cabo infinidad de negocios oscuros. Su figura se elevaba como ejemplo familiar: un hombre que se hizo desde abajo, sin ayuda de nadie. Todos los que lo conocían tenían presente que era mejor no hablar de ciertas cosas. Pero la realidad lo había golpeado hasta derrumbarlo en una cama, y donde hubo fuerza ahora había debilidad. El tiempo se escurría como arena entre sus dedos.

La Muerte. Se corta la línea del mundo. No se ve más nada. No se escucha más nada. Vacío, no tacto. Eso es lo que me espera. En todo caso debo sentirme así porque no estoy conforme con lo que hice. Acaso me queda tan poco tiempo, que sólo podré aliviar mi pesar con ideas. No lo sé. Tal vez sea capaz de emitir algunas palabras que me hagan volar de la cama. Mi cama, mi maldito hogar. Quién podrá perdonar mis pecados. Ya no puedo moverme los domingos a la iglesia. La iglesia, qué hermoso lugar. Me he acostumbrado a lavar las culpas semanalmente, como si eso me diera crédito para continuar con mi vida. Es que algo debo haber hecho mal para pedir perdón siempre por las mismas cosas. Son las tres de la tarde y no han traído el almuerzo. De cualquier modo, igual no tengo hambre. Debo estar razonando mal. No creo, aunque todo es tan extraño, irreal. Fiebre mortal me alquiló la cabeza y parece no querer irse. Su felicidad y su vida son mi miseria y mi muerte, pero cómo salir de ésta. Es que acaso no quiero seguir vivo, o quizá me espera algo mejor en algún lugar que ningún vivo pudo ver. No lo sé.

Se durmió sin darse cuenta. Profunda caída, al sótano de su mente en llamas. Ni siquiera aquí la paz. De pronto, imágenes de personas que trataron con él en vida lo apabullaron, los actos egoístas que le permitieron alcanzar su trono; ahora devorado por la peste. Vio todo el mal que causó acumularse, hasta formar una inmensa nube negra sobre su cabeza. Lo último que recordó al despertar fue que llovía sobre él.
Pensó en llamar a un psicólogo para que interpretara sus sueños. Algunos en la casa estuvieron de acuerdo, pero el tiempo pasó y nadie hizo nada al respecto. Se sintió un poco olvidado, pero ya no se quejó de nada. En su intimidad, que era lo único que le quedaba intacto, buscó un porqué a toda esta pesadilla. Se hundió en la mente, propia y desconocida. Durante días no habló, estaba en trance. La gente sentía pena, pero desconocían que estaba en una misión.

Abrió los ojos, ya tibios, casi fríos. Absorbió la luz que entraba tímida por la ventana, dibujando formas de colores en el techo. Dos mucamas lo asistieron y le preguntaron amablemente si deseaba algo. Odió ese momento. El poder del dinero no tenía valor en la recta final de la existencia. Lo más duro, carecer de futuro. Pensar en un pasado mañana y asombrarse ante la inminencia de la desaparición física. Así se tendrían que sentir todos, pensó furioso, pero no, no es sensato pensar a diario en la muerte. La gente no puede vivir con la muerte entre ceja y ceja. Sin embargo, existe entre los humanos un pacto mediante el cual vivimos. Y lo hacemos dándole la espalda a los misterios más profundos. Pero al fin de cuentas, qué es la vida sino enfrentar lo que es más fácil esconder, buscar respuestas donde todos se han callado. Floreció en el hombre un arrollador ímpetu de vida, y lloró sin consuelo por todos los momentos que vio desperdiciados.

La mañana de su muerte se despertó con un grito. Fue tan fuerte que las paredes temblaron. Por unos instantes, algunos en la casa olvidaron que estaba enfermo, y viajaron en el tiempo, creyendo que al abrir la puerta de su habitación lo encontrarían sano y fuerte. En el rostro del hombre ya no detectaron signos de dolor ni de sufrimiento. Comprendieron que iba a morir y se retiraron respetuosamente, dejándolo a solas con su hija Sol. Allí la vio, tan hermosa como un amanecer. Ella le preguntó cómo estaba. Él, dijo, sin mentir, que se encontraba mejor. Sol se acercó y se sentó en la cama, tomando su mano. Lentamente, con un susurro, ambos se despidieron. Él dijo: "Que todos me perdonen". Sol se acostó junto al padre, mientras la luz seguía dibujando formas de colores en el techo.

miércoles, 22 de agosto de 2007

Una mirada a las cosas

Si algo hay es contradicción. A muchos les gusta un dios y creen en él. A otros les gusta otro y terminan dándose golpes entre ellos. Esto pasa, aunque las palabras del dios digan lo contrario.

En la calle, las rarezas son increibles. Podemos morir de mil formas distintas. Consejo: si el semáforo está verde, igual mirá antes de cruzar.

El amor. Ventajas y desventajas de los dos estados posibles -aclaro que no vale decir que tenés novia/o si no te importa nada y le haces trampa todo el tiempo-. Entonces nos queda: noviazgo o libertad. Cuando hay noviazgo se llega a conocer al otro, cierta estabilidad muy atractiva que puede ser destruida por las nubes del aburrimiento o de tentaciones innumerables. La libertad es algo que muchos disfrutan, no causas daño a otras personas, pero para muchos el cambio constante también puede transformarse en vacío.
Del casamiento soy muy chico para hablar todavía.

La información. Lo rápido y divertido funciona muy bien. Hoy un conocido me dijo que le mostrara lo que escribía yo. Cuando abrí la página y vio que habían seis párrafos me miró y me dijo: "Está todo bien contigo, pero es muy largo eso". Como él hay millones de personas.

La política. Cada uno tendrá su visión, ideas y posturas. El problema es que cada grupo piense que tiene la razón. Creo que ocurre un fenómeno similar a la religión con la política. Si esta forma de pensar la trasladamos a una simple charla social encontramos que todos hablan y muy pocos escuchan. Por eso está bueno tener amigos: para que te escuchen y al revés.

Las salidas nocturnas en Montevideo. Qué tema. Quiero confesarles que yo soy un entusiasta: salgo a la noche lo más que puedo. Estoy tratando de quejarme menos cuando no me divierto. Pero también soy consciente de que a veces es complicado conseguir satisfacción. Acá puedo hacer referencia a las quejas. Vivimos entre quejas, siempre están presentes, hay una influencia tan grande de la queja que muchas veces cuando algo me sale totalmente bien me persigo y trato de buscarle la trampa.

Tengo algunas cosas más pensadas pero las dejo para después. Mirá si por ahí se aburren y no leen más.

Juana

En la ciudad de los ídolos, todos querían ser como alguien más. Desde la infancia a la vejez, los habitantes buscaban lugares para ver sus reflejos y, de esa manera, comprobar si se parecían más al modelo que los obsesionaba. A lo largo de toda la ciudad se desplegaban las fotos de los tres ídolos que se permitía imitar. Y esto es serio: cada escuela, calle, edificio o casa disponía de tales imágenes. Por supuesto que se fabricaban millones de espejos. A los doce años, cada niño debía obtar por uno de los seres supremos, y rendirle honores por el resto de la vida. En la ciudad nadie rezaba, era la obediencia ciega del parecido que guiaba los actos de cada persona. Aquel que rehusara elegir, era expulsado hacia los bosques salvajes, lo que significaba la muerte.

Juana tenía once años y conocía muy bien la historia. En una semana tendría que optar entre Fagen, Mir o Emme, y ya había tomado la decisión. No iba a elegir a ninguno. La niña era de mirada seria, con ojos azules hondos, pelo color roble y no le gustaban las sonrisas. Es necesario aclarar esto último. Los padres, durante los cuatro meses anteriores a la elección, obligaban a sus hijos a sonreir. Esto era una obligación moral, cuyo objetivo era influenciar a los más pequeños para que no tomaran el camino equivocado cuando les llegara el momento.

Lara, la madre de Juana, era una mujer hermosa. Todos los días vestía con orgullo la ropa que caracterizaba a Mir. Desde sus doce años -tenía 36 ahora-, había intentado parecerse cada vez más a su ídolo. Para esto, debía observar con detalle las fotos diarias de Mir, que eran modificadas en algunos aspectos y esto la mantenía entretenida siempre. La vida era tranquila para ella, mientras igualara casi a la perfección a Mir.

Los ídolos, de acuerdo a lo que Juana sabía, habían liberado a la ciudad varios miles de años atrás. En esos tiempos, la ciudad se llamaba Arena y era atacada por asaltantes constantemente, así, los pobladores perdían sus riquezas y las casas eran destruidas. Una vez que Fagen, Mir y Emme expulsaron a los violentos, todos los que vivían en Arena decidieron adorarlos. Con el tiempo, esto se convirtió en una obsesión y cuando los ídolos murieron, la gente se sintió sola y abandonada. Fue así que los gobernantes optaron por continuar con la tradición, y crearon una ley drástica, por la cual los ídolos deberían ser adorados hasta el fin de los tiempos. La ciudad se había convertido en una cápsula gigante. La ciudad era la rutina eterna.

En la cabeza de Juana rebotaba la idea del escape. De tanto imaginar la vida en el bosque le parecía que ya no vivía en la ciudad. No le dijo a nadie lo que iba a hacer, se comportaba normal: iba a la escuela y sonreía varias veces al día, de acuerdo a lo establecido. Como un acto simple que cualquiera hace sin cuestionarse en lo más mínimo, su ambición era ser libre. La rebeldía la llevaría a una profunda soledad. Eso ya lo sabía. Sin embargo, la niña era la persona más ambiciosa de la ciudad: ella iba a ser una ídola en sí misma.

Un día antes de la elección, Juana tomó lo necesario y se marchó en la noche hacia el bosque. En silencio, sin hacer escándalos. Atrás dejó el lugar donde la felicidad era un recuerdo lejano. Nadie la volvió a ver. Su madre, al despertar aquella mañana y ver que la hija no estaba, inmediatamente corrió frente al espejo con la foto de Mir y se arregló lo más que pudo. Al verse parecida a su ídolo se sintió más segura, fue entonces que salió a la calle como todos los días y no volvió a pensar jamás en Juana.

lunes, 20 de agosto de 2007

Argandwood

Es primavera y hace calor. A mi alrededor hay mujeres con uniformes negros y anaranjados. Todas ellas son hermosas, como salidas de un molde perfecto. Se reparten por la sala, ya sea caminando o bailando, pero siempre con una sonrisa fresca para dar. No hacen preguntas ni molestan a nadie. Ellas son máquinas de placer, un objeto más dentro del mundo que me tocó vivir. Yo paso mis días en la mansión. De más está decirles que nada me falta y cualquier deseo terreno lo obtengo con un simple chasquido de mis dedos índice y pulgar. A esto ha llegado el mundo en mi época, y no voy a mentirles, en mi vida no existen los problemas, simplemente porque no tengo razón de tenerlos.

Mi padre fue uno de los tres magnates que gobernaron el mundo a partir del año 2134, cuando todos los demás gobiernos fueron disueltos y la tierra quedó en manos de los hombres más poderosos que existían. Mediante un acuerdo entre ellos, se repartieron las zonas comerciales y crearon -en esto fue muy importante la labor de mi padre- un ejército capaz de dominar cualquier revolución. Las empresas Argand se dedican a la clonación humana y al desarrollo de grupos humanos especiales. Esto explica tanto la existencia del ejército mencionado, como las decenas de chicas que me rodean mientras escribo esto.

Con la muerte de mi padre, mi tío, William Argand, lo sucedió en el poder. Yo me desprendí de cualquier responsabilidad y me sometí a un mundo delicioso, diseñado enteramente a mi antojo. La relación con el tío William siempre fue la mejor: nos vemos a razón de una vez por semana, e incluso se animó en varias oportunidades a probar mis inventos.
Cuando me visita siempre distingo en sus ojos un destello de envidia, pero es sólo por milésimas de segundo, luego su rostro recupera la compostura. Él es adicto al poder y yo al placer, creo que todos, de una forma u otra, creamos nuestra propia adicción.

No quiero que me malinterpreten, yo en un momento tuve una vida "normal". Quiero decirles que hago alusión a lo que resulta normal para ustedes, que me leen casi 130 años atrás. Yo salía a la calle, buscaba y competía por mujeres, llegué a cursar algunos semestres en la Universidad Argand. Debo confesar que esto lo hice por curiosidad, porque como imaginan nunca tuve necesidad de nada. Con el tiempo, sin embargo, un plan fue tomando forma en mi cabeza, evolucionando hasta convertirse en mi motivo de vida. Yo era quizá el único ser que podía eliminar el azar, convertir mi existencia en algo planeado íntegramente. Era el verdadero arquitecto de la vida.

Le comenté a papá mis ideas y resolvimos llevarlas a cabo. Durante un lapso de dos años y medio me centré en el diseño de 100 mujeres. Para ello me inspiré en el cine -de allí construí cerca de 30 modelos de las actrices más atractivas de todos los tiempos- y los restantes modelos (70) los exprimí de chicas que veía por la calle o que simplemente estaban en mi imaginación. Ellas son completamente normales, mujeres de carne y hueso, nada de robots. Lo único novedoso es que cuentan con un minúsculo chip que las programa para estar enamoradas de mí, pero, al mismo tiempo, no causarme ninguna molestia. Es ideal. No hice más de 100 espécimenes porque, aunque no lo crean, yo también tengo mis límites. Quiero confesarles que mientras escribo estas líneas, Marylin Monroe está a mi lado y creo que está completamente loca por mí.

La mansión que tengo está en lo alto de la colina de Hollywood, que se hizo famosa por aquel simple cartel de letras blancas. Ahora el cartel reza Argandwood y las letras brillan en miles de colores por las noches.
Ustedes se preguntarán por lo negativo, en su época los humanos siempre buscan el lado negativo de las cosas. Sé que millones de personas cuando lean esto me encontrarán frívolo, falto de valores y sobre todo egoísta. Para aquellos que duden de mi modo de vida tengo algo que decirles. En el presente desde el que escribo, todo valor, creencia o modo de pensar ha sido suprimido. Tampoco existen dioses ni religiones que hagan fuerza a nuestro gobierno. Lo único que existe realmente es el dinero. Todo gira en torno al dinero: la gente vive por él: llora si no lo consigue y ríe cuando lo obtiene. Por esto, no tengo excusas que darle a nadie. A ustedes en el pasado les pido que disfruten sus vidas.

viernes, 17 de agosto de 2007

Correr

Entonces, empezó a correr. Atravesó un espeso bosque de color casi gris. No habían aves, tampoco sonido alguno y la luz era cada vez más escasa. Las ideas faltaban y lo único que había para hacer, sin duda alguna, era correr. LLevó su esfuerzo al límite, los pulmones casi estallaban. El corazón mantenía un ritmo alocado, una aceleración seguida de una lentitud escalofriante. A pesar del dolor, ella seguía corriendo, profundizando el dolor, complaciéndose en la desgracia.

Sol. Por un momento creyó distinguir la luz en un pequeño agujero entre los árboles. Incluso veía tonos verdes a lo lejos y, como una burla a su inteligencia, una mariposa voló muy rápido sobre ella, adelantándose, y se perdió en el túnel luminoso. Ni un minuto dejó de correr, pero nunca llegó a donde quería. De pronto, una ardilla veterana con bigotes blancos comenzó a correr a su lado.

-No puedo parar-confesó la corredora a la ardilla-.
-Eso es porque estás atrapada.
-¿Cómo?-ella soltó la pregunta de forma desesperada, como si todo dependiera de la respuesta.
-Yo no existo hasta que tu me veas-dijo la ardilla-. Estás corriendo para escapar, pero escapar así no sirve de nada. No es posible escapar de uno mismo. Como viste, correr no te hizo llegar a tu meta. Muchas veces por ir rápido no se llega a ninguna parte.
-No entiendo nada, yo quiero estar bien, de verdad lo quiero, pero mírame, soy una máquina insensible. Desearía ser una niña de nuevo-dijo-.
Cuando se volvió hacia la ardilla, ésta había desaparecido, y otra vez se encontraba sola en el bosque, corriendo sin freno.

Se derrumbó. Su pelo rubio caía generoso sobre el pecho, tendida sobre una hierba oscura, el cuerpo hermoso y pálido se veía derrotado. Así, una vez más, la belleza evocaba una tristeza sin consuelo, verla allí era insólito. Pero aún estaba viva, y la vida es lo último que se pierde.

Al despertar, lo primero que notó fueron los músculos entumecidos. Comprendió que no iba a correr más. Vio que una niña la saludaba desde lejos, por detrás de la pequeña habían pájaros volando. Lágrimas cayeron como cataratas por su rostro mientras, lentamente, comenzó a caminar hacia la niña que alguna vez fue. Paso a paso, la insondable espesura del bosque se hacía verde, al tiempo que el sol brilló nuevamente. Cuando todo esto ocurría, yo -una simple ardilla del bosque- me reía, y dejaba que esta magnífica escena se desplegara como una alfombra mágica ante mis ojos.

miércoles, 15 de agosto de 2007

El Tornado y el Sol

Mientras jugaba en su jardín, El Dios de la Tierra escuchó a dos de sus hijos debatir.
-Yo creo en el azar.
-Y yo en el destino.
Así empezó la charla entre un Tornado y el Sol.

El Tornado dijo que mientras él iba a su antojo, destruyendo todo a su paso, era libre y nadie podría frenarlo. Que su poder era corto pero eficaz. Que su fuerza arrolladora. Que por él mucha gente moría y casas eran destruidas. Se justificó, alegando que sus movimientos, a pesar de ser dañinos, eran auténticos, fruto de lo impredecible. Y muy triste pidió perdón al mundo por sus actos.

El Sol, en cambio, se jactó de ser la criatura más bella, el astro rey deseado por todos los seres que habitan la tierra. Además -gritó fuerte el Sol-, su poder era terrible, podía dar luz a plantas y animales, y así dar de comer al hombre. Según dijo, era la vida en persona y el objeto de adoración de multitudes durante siglos. Que su curso en el cielo era predecible, así que era también la imagen de seguridad, la luz guía.

El Dios de la Tierra, que había escuchado atentamente a los dos, dijo:
-Sol, todos tus atributos son ciertos, pero eres un mentiroso. Porque también eres un asesino, silencioso e implacable. Tan cruel y necesario, que nadie es capaz de posar los ojos en tí.
Tú, corre al mundo-ordenó al Tornado-, trasmite con tu fuerza la verdad, nadie debe vivir sin ella.

Desde ese momento, el azar y el destino descendieron a la tierra, mezclándose de forma inseparable. Es así, que a veces parece tocarnos la varita mágica del destino. Otras tantas, nos invade el absurdo total. Y la verdad nos trajo la claridad, la eficacia y muchas veces el dolor propio de un tornado.

Intro

¿Qué es la vida? ¿Porqué estamos acá? ¿Hacia dónde vamos? Las primeras dos se contestan solas. Porque si alguien gastara toda la vida tratando de responderlas esa sería su vida, su razón de ser, y no tiene más que esperar para conocer la última pregunta. Y si, man, esperá. Asi que leyendo esto, yo te puedo decir: en este momento vos estás acá para leerme y tu vida ahora es leer. Siguiendo con esta línea de pensamiento, todo lo que hiciste en tus días te trajo acá.

El instante hace al tiempo. El tiempo es suma de instantes.

En este mundo lo que importa es el presente. El futuro lo hacés vos ahora. El pasado es una carga pesada que mezcla lo dulce y lo amargo. Basta de quejas, todos se quejan y van como culebras por la ciudad. Si hay dulce y salado, porqué no somos más dulces. Lo oscuro tapa a lo blanco. Yo una vez escuché que una gota de tinta alcanza para inutilizar el agua de un barco entero. Que tu blanco brille entonces.

Lo último: soñé la otra noche que era feliz porque en el sueño me reía todo el tiempo. Es un estado único, no importa ni la comida ni la bebida ni tener un auto ni tener una mujer ni estudiar; no importa porque la risa es todo. Pero me desperté y acá estoy para ustedes.