miércoles, 15 de agosto de 2007

El Tornado y el Sol

Mientras jugaba en su jardín, El Dios de la Tierra escuchó a dos de sus hijos debatir.
-Yo creo en el azar.
-Y yo en el destino.
Así empezó la charla entre un Tornado y el Sol.

El Tornado dijo que mientras él iba a su antojo, destruyendo todo a su paso, era libre y nadie podría frenarlo. Que su poder era corto pero eficaz. Que su fuerza arrolladora. Que por él mucha gente moría y casas eran destruidas. Se justificó, alegando que sus movimientos, a pesar de ser dañinos, eran auténticos, fruto de lo impredecible. Y muy triste pidió perdón al mundo por sus actos.

El Sol, en cambio, se jactó de ser la criatura más bella, el astro rey deseado por todos los seres que habitan la tierra. Además -gritó fuerte el Sol-, su poder era terrible, podía dar luz a plantas y animales, y así dar de comer al hombre. Según dijo, era la vida en persona y el objeto de adoración de multitudes durante siglos. Que su curso en el cielo era predecible, así que era también la imagen de seguridad, la luz guía.

El Dios de la Tierra, que había escuchado atentamente a los dos, dijo:
-Sol, todos tus atributos son ciertos, pero eres un mentiroso. Porque también eres un asesino, silencioso e implacable. Tan cruel y necesario, que nadie es capaz de posar los ojos en tí.
Tú, corre al mundo-ordenó al Tornado-, trasmite con tu fuerza la verdad, nadie debe vivir sin ella.

Desde ese momento, el azar y el destino descendieron a la tierra, mezclándose de forma inseparable. Es así, que a veces parece tocarnos la varita mágica del destino. Otras tantas, nos invade el absurdo total. Y la verdad nos trajo la claridad, la eficacia y muchas veces el dolor propio de un tornado.

2 comentarios:

eresfea dijo...

¿Lees a Pablo Coelho?

Anónimo dijo...

No, el único libro que lei se llama Brida que es de brujas, los demás nunca lei.
Javi