domingo, 21 de octubre de 2007

Un cuento de terror

Cuando llegamos no había nada. Este dato supongo que no es útil si les cuento que tampoco hay nada ahora. Del lugar que elegimos emanaba olor a culpa, de la tierra hacia el cielo, y oscuros presagios nacieron en mi alma.

No es que no haya sol, es algo mucho más horrendo. Con el paso de los días la atmósfera se volvió espesa; de manera macabra, un genial banco de niebla nos robó el cielo. La luz del sol ya no es natural, tiene un tono de fuerte brillo, que muchos como yo notan insano. Es una mueca de lo real, una payasada del clima que se ríe de nuestra suerte.

Al principio creímos que todo iba a pasar. Yo también. Pero nadie tenía iniciativa de averiguar nada. Con la niebla, nuestra torpeza se incrementó en niveles insólitos. En la tercer noche los aullidos. El miedo se convirtió en nuestro compañero por las noches. Parecen lobos. Pero yo conozco el aullido de un lobo y lo que escucho es rabia flotando en el aire, entrando sin piedad a través de cada centímetro de mi piel.

Tenemos alimento para dos días más. Vernos entre nosotros se convirtió en todo un desafío. Recién se distingue a una persona cuando su rostro se acerca a escasos centímetros de otro. Somos ciegos, me siento un ser muy raro: tanta luz y nada para ver.
La noche del primer ataque -la tercera- fue como el telón de una obra que se abre y da paso a un terror intenso, que no es más que la proyección de nuestra propia muerte. Por los gritos desciframos que se habían llevado a un chico inútil llamado Harpo. Lo que sea que se lo llevó, aquella cosa inmunda que nos quita el valor, se calló por esa noche. Nadie, salvo los niños más pequeños, volvió a dormir jamás.

Algo increible ocurrió al amanecer. Harpo, regresó. Llegó pidiendo auxilio a gritos, pero el miedo era tan grande que todos permanecimos estáticos, con el pulso a flor de piel. "¡Malditos! Yo sufrí por ustedes y ahora huyen de mí, en el peor momento de mi vida", dijo Harpo. Lo que queda de aquel muchacho inútil es un cúmulo de insensatez, ¿quién, en su sano juicio, va a dar algo por él?

En las siguientes noches, los ataques de la cosa se sucedieron, en frecuencias cada vez mayores. Funciona así: cuando empiezan los aullidos, sabemos que eso viene por nosotros. Comienza el caos y nos agrupamos en medio de la oscuridad. Algunos, al azar, son tomados por esa fuerza invisible y arrastrados sin remedio hacia el bosque que nos rodea. Vuelven al amanecer, insultando a todos, fuera de sí, manejados por un rencor insondable.

Supongo que es la venganza. Somos la raza que carga con el odio y, así como así, la tortilla se dio vuelta y algo se cobra las deudas que dejamos en el camino. Ni quiero cometer el pecado de preguntarme porqué a nosotros nos pasa esto. En este lugar esa pregunta tiene la respuesta en cada bocanada de aire y creo que todos entendimos, en cierto nivel, que hay algo de justicia en toda la tragedia que nos tocó vivir.

Los que vuelven de los ataques ya no establecen comunicación con los otros. Maldicen sin freno. Eso es lo único, quedan así pataleando un monólogo eterno, codeándose y durmiendo con pesadillas hasta que la muerte se hace cargo de ellos. La enfermedad que los ataques sueltan con misterio me da pánico. Me di cuenta de que ya no tengo miedo a morir. Es más, morir es un bálsamo para esta agonía cerebral. Algunos sobrevivientes, en el séptimo día, decidimos tomarnos de la mano y, con nuestras últimas fuerzas, intentar atravesar el bosque en medio de la niebla. Como sé, muy dentro de mi alma, yo no merezco escapar. Estoy en la bolsa de los cobardes, de los medianos que no hicieron nada con nada. Este lugar nos representa y vamos hacia una muerte inmediata, estoy convencido.

Este diario es mi legado final. Al que lo encuentre, sepa que algo horrible sucedió en estas tierras y que, por favor, prevenga a todos de ello.

2 comentarios:

Arkadia dijo...

Me recuerda un libro de Isaac Asimov, "Anochecer". Trata de un planeta con un sistema solar doble (dos soles), o sea nunca es de noche. Pero, ¿qué pasaría si un día los soles no se alinearan como es debido y se hiciera la noche? Catastrofe. Miedo. El hombre mata al hombre.

Anónimo dijo...

Hasta ahora, es el cuento que menos me gustó.
Perdoná la franqueza. Será porque soy un viejo (soy el padre de Pancho, el amigo de Diego).
Lo calificaría de "truculento sin motivo o sin tuétano".
Perdoná mi franqueza.
De pronto, podés rehacerlo recortando bastante.
Alivianálo.