miércoles, 3 de octubre de 2007

L o s m u n d o s

El segundo cuento que escribí en mi vida, cuatro años atrás. Ojalá les guste, a mi siempre me gustó.

La noche para todos nosotros hubiera sido demasiado oscura. Sin embargo, para el hombre que conoce la oscuridad por dentro, la noche que todos vemos no es más que una sombra de la que se puede encontrar en nuestro interior. Llevaba mucho tiempo caminando, en algunos momentos llegó a correr, pero luego desistió al ver que no disfrutaba del paisaje. Estaba seguro de ir solo y se sentía conforme con eso, porque sabía que es mucho peor sentir la soledad rodeado de personas, como un vacío que nada puede llenar y se lo estaba llevando a un mal lugar.
Desde que partió del otro mundo, mundo que seguía existiendo al tiempo que él estaba allí, todo mejoró en su interior. Su oscuridad fue tomando forma de luz y todo cobró sentido, nuevo y revelador, que le dio sabiduría. Fue en ese momento que vio una casa a lo lejos y sintió que alguien vivía allí, aunque a esa distancia era difícil afirmarlo. Caminando se acercó a una puerta de roble, enorme, con dos leones de bronce como golpeadores. Majestuosa y sombría se mostraba la casa en medio de la noche.

Resulta que el único que se encontraba en esa casa, heredada de mi abuelo, era yo.
Los tiempos eran diferentes a los de ahora, yo me estaba adecuando a la vida en mi nuevo hogar y tendría que comenzar a cultivar para poder alimentarme en el cruel invierno que se aproximaba.
Un sonido me despertó, era el sonido seco de alguien golpeando la puerta. Esos golpes representaron en mi vida un nuevo amanecer . ¿Nunca esperaron ser sorprendidos de manera sobrenatural por alguien que golpea sus puertas? Esto les puede pasar en cualquier momento, esta historia así lo prueba. Duro y frío como el mismo mármol que pisé, me desperté para abrir la puerta, por supuesto que tomé en el camino la Winchester de caño recortado. Era menester la seguridad.
- “¿Quién está ahí?”
- “No soy más que una persona viviendo, no preciso la violencia ni traigo el mal en mi bolsa.”
Estas palabras entraron en mis oídos y me llenaron de dudas, sin embargo me dieron la seguridad de que lo que el hombre quería transmitir era verdadero.
Abrí la puerta y esa fue la primera vez que lo vi: ropas viejas, no tenía ningún tipo de calzado y llevaba un gran tapado de bisonte que cubría todo su cuerpo. Su rostro era el de alguien joven aunque contaba con las marcas del tiempo, un semblante desprolijo y auténtico, una barba larga y blanca y el pelo espumoso, del mismo color que la espuma del mar.

Le pregunté por qué caminaba de noche, y él contestó algo innovador y sugestivo: “La noche tiene tanta vida como el día, la energía nunca descansa y yo me muevo según mis sentimientos, la naturaleza es libre en su orden.”
A continuación, me dijo: “¿Puedes abrirme la puerta a tu mundo? De esta forma yo te mostraré el mío y veremos qué mezcla extraña y novedosa sale de ellos.”
-“¿Mi mundo?”, pensé.
Sin más, agregó: “Todos tenemos un mundo, está en nuestra mente, lo forman nuestra energía y pensamientos. Algunas veces se encuentra presente y otras muy escondido, tímido. Es en estos casos que vemos a una persona apagada e insegura. No por descubrirse ante nosotros debemos juzgarlo bueno o malo, yo sólo quiero ver lo auténtico.”

En mi interior, y no muy profundo, pensé: “Maldito loco, ¿qué diablos hace adentro de mi casa?” A pesar de las dudas algo en mí encontró profundidad en sus frases, y me partí en dos, hasta que la batalla fue ganada por el instinto. Entonces, le di permiso para quedarse en casa, pensando que eso era lo que aquel extraño deseaba.
Ante mi ofrecimiento respondió: “Hace tiempo que no vivo bajo el techo del olvido, la tierra me ha llamado y acudí a ella para limpiarme de la oscuridad, es necesario mantener una parte de ella, así se valora más la luz. ¿Nunca has pensado en la cantidad de mundos que coexisten, no sin disputas, pero coexisten al fin? Son mundos creados por nosotros, mundos irreales que se transforman en metas insensatas...tú debes estar preparando la cosecha, ¿cuánto tiempo quieres vivir aquí?, ¿cuántas cosechas tendrás antes de recoger un fruto real?”
Ante este bombardeo, surgió mi parte más racional. Yo no estaba listo para pensar. Decidí rápidamente cerrar la cortina de mi mente cuando comenzaron los dilemas, disparados por el hombre nocturno.
Aquel barbudo señor tenía el extraño poder de saber lo que la gente como yo, rutinaria, estaba pensando. Esto lo podía sentir a través de sus ojos, y supongo que habrá pasado mucho tiempo hasta que me los quitó de encima y dijo: “Ven, voy a mostrarte algo, toma mi mano.”
Descargué mi escopeta en la alfombra roja que cubría la entrada de casa y le hice caso. Al tomar la mano, en mi mente se proyectaron imágenes llenas de vida, llenas de amor, donde el tiempo cobraba sentido e iba llenando de pequeños fragmentos el frasco de la vida. Una luz me encegueció y desperté sin saber dónde estaba. El hombre estaba sentado en el sofá frente a mí y sentí seguridad.
Dijo: “¿Has visto?, mi frasco está casi lleno, cuando se complete yo partiré de estas tierras, pero no me iré sin nada. Toda mi energía fue transmitida y espero que ella no pare de circular, incluso cuando ya no esté aquí. Ahora –dijo-, ¿qué es lo que tú quieres? Todos tenemos un frasco que debemos llenar, si no, nada tiene sentido.”
En ese momento me recompuse y no tuve que tomar una decisión, sólo recordé el verdadero sentido de vivir.



2 comentarios:

Arkadia dijo...

Difícil de leer, pero muy lindo. Me alegro de haberlo leído exactamente en este momento. Hay como un sentido implícito con el que me siento identificada.

Anónimo dijo...

Muy bueno.
Dále en esta línea.