viernes, 19 de octubre de 2007

Ella y los rieles

Ella miró al cielo y sus ojos chocaron con las estrellas, débiles, luchando contra la luz cobre de la ciudad. De pronto maldijo el lugar donde vivía y miró a las personas que la rodeaban, con el presentimiento de que a todas les pasaba lo mismo. Pero no. Se encontró sola en pensamientos que nacían solos, como magia. Si no hago fuerza para pensar estas cosas, ¿porqué buscan con tanta fuerza aparecer?

La única conclusión a la que llegó fue que algo andaba mal. No sé si Adán y Eva existieron -pensó-, pero esto no es el paraiso. El paraíso se fue a otro lugar. La libertad siguió al paraíso de la mano y huyeron juntos, hacia dónde, nadie sabe.

Siguió caminando, volvía del trabajo a su casa. Lentamente, como un suspiro invisible, otro día se escapaba. Ella recorría uno de esos momentos íntimos, ella se planteaba si su vida iba sobre rieles. ¿Iba sobre rieles? Todos la felicitaban, pero sabía que no encontraba la conexión con sí misma. Empezó a recordar el momento en que la había perdido y voló en recuerdos a la niñez. Durante algunas estaciones del metro, ella tenía 7 años y se hamacaba en un parque con su hermana. Los pelos suspendidos en el aire, brillando al sol como espigas de oro. Sin problemas, no existían preocupaciones, era la plenitud, era la sinceridad incuestionable de una niña. Cuando su mente terminó de proyectar esta película, ya era tiempo de bajarse y caminar las tres cuadras hasta casa.

Al llegar, prendió la tele y empezó a buscar algo para ver, siempre hay algo para ver, se dijo a sí misma. Buscó, y tras dar un par de vueltas a todos los canales, se detuvo en una película intrascendente. Al rato sus párpados cedieron y quedó dormida sobre el sillón, sin sacarse la ropa de oficina.

Otro día. Ya de nuevo en el trabajo, hizo lo de siempre. Y lo hizo bien. Desde lo alto del edificio, miró al río y vio los barcos moverse despacio, y por un instante habría dado todos sus estudios y reputación por ser aquel marinero que manejaba el timón.
Durante el resto de la jornada, divagó sobre la vida de otras personas a las que creía más felices que ella. Sintió cierto vacío apoderarse de su vientre. Decidió llamar a su hermana y le dijo: "Vamos a vernos, quiero hablar contigo, necesito hablar contigo".

-Me siento que nunca debí haber crecido más que 7 años.-
-¿Porqué decís eso? -dijo la hermana menor-.
-Porque creo que, a esta altura de mi vida, haga lo que haga, nunca voy a poder ser más feliz que cuando tenía 7 años.-
-Jaja, ¿sabes qué?, creo que tenés razón, me gustaría tener un control remoto de nuestras vidas y ponerle rewind unas cuantas veces por día-.
Ella miró a la hermana y sonrieron, en un gesto de complicidad único, que sólo entienden los hermanos o los muy amigos. Y siguieron las dos caminando por la ribera del río, venciendo al tiempo y al cambio, en recuerdos eternos de felicidad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es el que más me ha gustado hasta ahora.
Corregílo un poco. Podálo.
Adelante.
Dále con confianza.
Omar