miércoles, 23 de septiembre de 2009

El genio y el Sabio

Ser genio no es ser sabio. El genio es alguien que desarrolló su inteligencia de forma extraordinaria. Alguien que alcanzó nuevos horizontes en las ciencias o el pensamiento humano. Pero la aplicación de dicha inteligencia en la realidad no está contemplada en el concepto. Por eso, Einstein era un genio, pero no un sabio. Formuló una ley indispensable para la humanidad. Ayudó a contruir la bomba atómica. La ciencia avanzó con gran maldad. Después de ver lo que hicieron con su descubrimiento (Hiroshima y Nagasaki), trabajó para frenar el camino humano hacia la autodestrucción, que él ayudó a forjar. No fue sabio.
Un sabio es aquel que logra una conexión con el universo. El sabio no teme a nada, es un visionario. Para él, el mundo discurre de modo evidente. El sabio conoce, saborea en su paladar la magia de la vida. El sabio enseña con el ejemplo y no con las palabras. El sabio, sobre todas las cosas, es dueño de actos puros, alejados en todo aspecto de la maldad.



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jueves, 17 de septiembre de 2009

Robert Cray

Del disco conocido como Midnight Stroll, o Paseo de Medianoche en español, una gran canción dramática de las que a mi me gustan, pero me gustan de verdad. Robert Cray, un talentoso músico.




The forecast calls for pain


Coffee for my breakfast

Shot of whiskey on the side

It's a dark and dreary morning

With the clouds covering up the sky


Chorus:


The forecast calls for pain

The forecast calls for pain

My baby's turning cold

And the forecast calls for pain


We stayed up all night talking

She's grown restless she confessed

She says there's no one new

But deep down I know that's next


Chorus


She says she tried and tried yes she has

But slowly her love has died

I can see that deep down inside she's changed

The forecast calls for pain

The forecast calls for pain

The forecast calls for pain

Yeah, yeah, yeah


I can hear approaching thunder

I can feel chills run up my spine

I've seen love freeze before

And I know I'm on borrowed time


Chorus


I can feel the thunder

I can see the lightning

I can feel the pain

Oh, it's gonna rain




Espero hayan disfrutado. Hasta la próxima.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Gato Negro (final de la historia)

Llegó un tiempo en el que varios gatos negros danzaban por los tejados del barrio. Hijos o nietos del mío, generaciones de gatos negros. Igual se enfrentaban entre sí, de noche y de día, con maullidos que parecían el llanto de varios bebés desconsolados. Como los leones de Discovery, los gatos peleaban por las hembras, por la chance de reproducirse. Por eso, mi gato también marcaba obsesivamente el territorio con orina, y a los dueños, se nos refregaba como una serpiente entre las piernas.


Fede era un vecino mío que tenía una siamesa en perfectas condiciones. De pedigrí, como se dice normalmente. La gata vivía adentro de la casa, hacía caso cuando la llamaban por su nombre (igual que un perro) y usaba un collar con cascabeles en el cuello, que delataba todos sus movimientos. Sólo salía para hacer las necesidades. Un par de veces, Fede vino con mensajes del padre, que decía “
a ver si podíamos controlar al gato negro, porque andaba merodeando cuando la siamesa estaba en celo”. Pero era imposible controlarlo, vivía por ahí. La cuestión fue que, meses más tarde, Fede trajo la noticia de que su gata estaba embarazada y no sabían cómo ni de quién. Un tiempo después nacieron ocho gatitos, seis de ellos totalmente negros.


En sus últimos años, a Tom se lo conocía por el nombre de Mino, o Rey Mino. Como dije antes, tuvo varios nombres que nunca respetó. El trajín de vida violento se mantuvo, aunque los tiempos de recuperación tras las peleas se hicieron más y más largos. Además, los gatos jóvenes le provocaban mayores daños. Fue al veterinario varias veces. Las penurias físicas eran insalvables y cuando cumplió once años decidieron castrarlo. Su maldad se acentuó luego de la operación. Al poco tiempo se fue como hacía siempre pero, esta vez, no regresó a casa ni se lo volvió a ver sobre la faz de la tierra.


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sábado, 5 de septiembre de 2009

Gato Negro (parte II)

Con el paso del tiempo tuvo varios nombres más, pero nunca hizo caso cuando lo llamaban. Para que un gato responda a un apodo, su nivel de domesticación debe ser alto, y mi gato siempre ostentó la más amplia libertad en sus traslados. En su juventud, adquirió un tamaño normal y cierta elegancia. Era ágil y egoísta. Solía afilar las garras constantemente contra maderas o ladrillos. Es que poco después comenzaron los duelos con otros gatos de la zona. Regresaba con las orejas rotas o algún tajo. Pero se recuperaba rápido.



El comportamiento del animal se volvió utilitario a medida que maduraba. Reacio a las caricias extensas, sólo prestaba atención en los momentos que recibía comida. También se perdía entre las casas por semanas enteras, y luego volvía con hambre y lastimado a recuperarse. Dormía grandes siestas enrollado sobre sí mismo. Sospecho que había otras casas donde le daban comida. La libertad del gato era total. Le gustaba que mi hermano lo sujetara fuerte y lanzara varios metros en saltos artificiales. Siempre caía de forma neumática sobre el pasto y volvía para que lo lanzaran de nuevo (a la quinta vez, ya aburrido, se alejaba apático del lugar).

Las cosas cambiaron cuando llegó Dago, un perro labrador negro.



En general mantuvieron una relación distante, de ignorancia, alternando peleas y momentos de paz. A veces reposaban al sol bastante cerca el uno del otro. Cuando se peleaban, el perro siempre perdía. El gato no tenía miedo, se plantaba firme y lo atacaba con furibundos zarpazos al hocico. Después corría y se alejaba por los techos. Sin embargo, hubo una ocasión en la que el perro casi lo mata. El gato tenía una casa nueva para dormir, con techo desmontable. No le gustaba, pero conseguimos seducirlo para que durmiera ahí, dándole la comida adentro. Hasta que una vez se peleó con Dago, y no podía salir. Tiraba garrazos por la pequeña puerta de la casita, mientras el perro ladraba contento. Cuando la desesperación lo empujó a salir, Dago lo estaba esperando, y le dio un par de mordidas que dañaron su orgullo. Nunca más utilizó la casita.


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