viernes, 9 de noviembre de 2007

Jajaja.

El hombre vio algo raro y decidió investigar. Abrió la puerta y encontró un maravilloso mundo de payasos felices, niños jugando y un sol que hacía caricias. Entró y empezó a jugar, y eso que tenía 45 años por ese entonces. La gente estaba toda contenta y contagiarse fue muy fácil. Empezó a sonreir con las cosas que veía. Sus ojos se abrieron para poder asimilar las imágenes que llegaban.

Pensó, en cierto momento, en lo extraño de aquel lugar y decidió hacer preguntas. Cuando quiso hablar con un niño muy vivaz, comenzó un viento poderoso que obligó al hombre a taparse la cara. De pronto, la calma nuevamente. El niño le hizo gestos y un ruido de silencio -un enorme shhhhh!-, que pareció exagerado para el hombre.
-Acá no hablamos, sólo jugamos-, dijo el niño y se dio media vuelta para seguir tirando un trompo multicolor maravilloso. Así, sucesivamente, el hombre siguió intentando la comunicación verbal con otros seres que allí estaban. Pero siempre pasaba algo que lo evitaba. A saber: en una oportunidad le cayó un chaparrón personal, otra, el pasto bajo sus pies se convirtió en lodo espeso y se lo comenzó a tragar; en su último intento una nube densa de moscas lo rodeó y casi se vuelve loco.

Al irse las moscas, todos -y cuando digo todos eran como 300 o más personas- frenaron las actividades y lo miraron al hombre con rostros enojados, y en poses teatrales lanzaron un shhhhh! colectivo ensordecedor. El señor, muy inseguro ahora, se sintió acobardado y la fluidez de los primeros momentos se esfumó. Un poco se calmó cuando los demás retornaron a sus juegos.

Se sentó como un indio y observó. "Hay gente para todo", pensó. Uno de los payasos empezó con un show en extremo gracioso y todos lo rodearon con ansiedad para ver sus tretas. La curiosidad llevó al hombre a la ronda y también se rio, para ser más preciso se rio en carcajadas y el calor de la risa lo recomfortó. Con el monólogo del payaso se evadió de toda la curiosidad que tenía y logró concentración. A través de la risa se sintió parte del grupo. Una comunidad de la diversión.

Luego de este punto de quiebre pudo interactuar con las más variadas personalidades a través del juego. Se rio tanto que se le congelaron las costillas. Miró su reloj, habían pasado como trece -trece!- horas. Lo debían estar esperando en casa. La gente frenó una vez más y todos comenzaron a saludarlo, haciendo trucos novedosos mientras el hombre se encaminaba a la puerta. En el momento en que estaba por cruzar se acercó el niño que antes jugaba con el trompo -ahora tenía colgados unos resortes mágicos que se movían solos por sus brazos y piernas-. Lo miró y le dijo: "No te olvides de jugar en tu mundo". Así sucedió todo, y espero que me crean; no les vaya a caer un chaparrón personal por ser aguafiestas.

5 comentarios:

Arkadia dijo...

Estrictamente maravilloso, como casi todo lo que escribis.

Me gusta tu estilo inocente e inteligente a la vez. Tengo una pequeña adicción por este blog.

Un saludo,
Arkadia

Nat dijo...

Me hizo pensar un poco en El principito: un preguntón que "nunca se olvidaba de una pregunta después de formularla..."

Más allá de eso me gustó que el hombre haya experimentado, aunque sea por trece horas, el ser como un niño. Todo es más hermoso bajo esa mirada.

Felicitaciones por el blog!

besos,

Nat.

Anónimo dijo...

gracias, esta muy bueno la buena onda. besooo, Javi

Anónimo dijo...

sin palabras.. la verdad javi, excelente. uno mejor que el otro..

te mando un besote, y felicitaciones por esta faceta tuya que no conocía; aunque era de esperarse.. annie

Anónimo dijo...

Tema original. Merecería mayor cuidado en la elección de los vocablos.
Felicitaciones.