miércoles, 17 de junio de 2009

Febrero

Mira la fotocopia como una sentencia de muerte. Afuera brilla el sol, son las once de la mañana y acaba de empezar un momento decisivo en la vida de G.
Muerde la lapicera y la babea. Comete un error que compromete todo: realiza un paneo general del examen. Una carretera repleta de números y problemas casi imposibles de resolver. Piensa en el profesor, el señor Martínez, con su bigote legendario y el portafolio marrón, de donde surgen, incansables, los más horribles ejercicios. Martínez condimenta sin asco los exámenes. Se sienta durante horas en la casa, armando el cóctel molotov que acaba de explotar en la cara de G. G analiza cuál de los ejercicios es el más "entrable". Se decide por el número dos, una ecuación eterna que practicó en la semana, bajo el ala protectora de Mirtha, la particular que le obligó a ir su madre. Pero ahora está solo. Y, como era de esperarse, las cosas no salen. Se maneja y llega a un final que no lo convence para nada. Cuando va a verificar las cifras, con el corazón latiendo fuerte, descubre que le da cualquier disparate. Apoya la lapicera en la mesa y borra todo de una. Hoja limpia. Media hora menos. Mira a Martínez, el profesor está atento para que nadie copie. Martínez recorre la clase con sus ojos de halcón, buscando traidores. G tiene un trencito con algunos piques, pero Martínez lo "ubicó" en primera fila.
G escucha con envidia los festejos de algunos compañeros ("Vamo arriba, carajo, me salió el tres", dice el tonto de Marcelo). G piensa: "El Chelo es un burro, más que yo seguro", entonces prueba con el ejercicio tres, y renueva esperanzas. Con mucha garra, logra algo que puede ser un buen resultado. Un 316 redondito, sin decimales, que le da confianza. 316, ¡qué lindo número!, piensa G. Pero un minuto más tarde, desde la parte trasera del salón, Pía le dice a Valentina, en un susurro: "¿El tres? Me dio 1225". Y en ese momento, en el instante que la boca de Pía termina de pronunciar el cinco, G sabe que perdió la batalla. Porque Pía es una genia y las chances de que G tenga razón ahora son parecidas a las que tiene Uruguay de salir campeón del mundo.
Por la ventana ve a unos niños jugando al fútbol en la calle; a su alrededor, la mayoría de los compañeros dan los últimos retoques a sus exámenes, concentrados en un mundo de éxitos y vacaciones libres. No hay más tiempo. Pedro y alguno más, le hacen señas de que también están en el horno. G se levanta de la mesa con ruido, pega un grito de frustración y tira el examen a la basura. Martínez lo mira sin expresión en el rostro. G abre la puerta y se va a la casa, con alivio de perdedor.
Cuando llega, la madre pregunta lo que toda madre pregunta: "¿Cómo te fue, Gecito?"
Y contesta: "Me fue bárbaro mamá, ¿no me das la comida, por favor?"

1 comentario:

STICH dijo...

Javi! sos todo un borges
arriba la vida (es un temon escuchalo)
L.