lunes, 21 de julio de 2008

La obra

Un arquitecto miró el cielo por última vez y ordenó: "Empiecen la obra". Cuatro inversionistas aprobaron de forma sistemática con movimientos afirmativos de sus cabezas. Los obreros, vestidos con uniformes de colores según el rango -amarillo para los jefes de cuadrilla, rojo para los electricistas, azul para los plomeros, marrón para los comunes para que la mugre no se note, etc- encendieron las máquinas y empezaron a moverse frenéticos. Todo parecía un caos, pero al mirar uno con detalle cómo se manejaba cada trabajador, descubría cierta perfección, la cosa se parecía a un panal de abeja, y la miel más dulce sería un enorme rascacielos de 1000 pisos.

La ciudad disparó hacia arriba con fuerza. No había espacio y cada vez llegaba más gente. El gobierno firmó un decreto por el cual "...todo rascacielo menor a 200 pisos deberá ser derrumbado, para dar lugar a construcciones más adecuadas". El afán del hombre por conquistar el cielo era una necesidad. Abajo, en las calles, las personas eran una mezcla irresponsable de culturas que creían funcionar bien, pero la realidad es que no se conectaban mucho. Cada cual hace lo de cada cual, era una frase común que hacía funcionar la sociedad.

Dentro de los rascacielos, la estructura de oficinas era configurada respecto a las alturas. Los pisos más altos eran por lo general los más lujosos, donde se ubicaban las firmas con poder. Abajo estaba el personal de servicio, más arriba los comedores, aunque era común que arriba tuvieran su propio comedor, para moverse lo menos posible. Así, cuando uno miraba el cielo, en vez de ver un pedazo azul con aves y nubes, veía las torres, y sabía que desde allí gobernaban el mundo. El resto sólo debía cumplir órdenes, de menor o mayor importancia.

Era curioso observar todo aquello, sentía que Dios estaba perdido, olvidado como un muñeco que cumplió un rol ya intrascendente. La edad madura de la humanidad jugaba con elementos fuera de su comprensión y creación.

Pasaron apenas tres meses y el edificio estaba finalizado. Todo marchó a la perfección. Los obreros ya no estaban -ahora no eran dignos de entrar allí- y los ocupantes nuevos llegaron. Las instalaciones se prendieron y la torre, ahora la más alta de la ciudad, comenzó a funcionar. Sería un ejemplo claro del avance humano. Algunos nos preguntábamos asustados hacia dónde estábamos avanzando, y la respuesta fue el silencio, ahogado únicamente por las corrientes de aire artificiales que soplan entre los rascacielos de la ciudad.

5 comentarios:

tapioca boy dijo...

ppffffffffff. o fumé muchas hierba o es que este cuento se pasa de bueno? me inclino por la segunda, sigo impresionado.
una historia bien tuya y además, muy buena. imaginiativo y ácido. genial.
Excelente javi. felicitaciones.

Lebowski dijo...

Interesante. Un Javi bíblico...
abrazo

Minerva dijo...

Un cuento de ciencia ficción que roza los problemas de hoy. Excelente texto, genial literatura de masas.

Javier González dijo...

graciassssss!!
Saludos para todos espero que anden muy bien.
Javi

Arkadia dijo...

Hace pila que no pasaba. Es bueno leer algo así de vez en cuadno. Me gustó mucho.

"El único límite es el cielo", decía Albert Einstein. Vaya uno a saber a qué tipo de cielo se refería. Es de mis frases favoritas.

Abrazo