sábado, 16 de febrero de 2008

Nueva Orleans

Cuentan en el valle del Mississipi que son ellos quienes tienen el poder de la música. Un legado del África que se desplegó en América con la fuerza de una flecha bien lanzada. Y todos los que tocan hace tiempo allí saben que generan grandes melodías, milenarias; es en esos momentos de trance que ven sus dedos moverse solos, incluso el cuerpo fuera de control abre las puertas al enigma desconocido de vivir.

Con la llegada a las grandes ciudades, un "desembarco" por tierra -o por aire- de la música del profundo y no desarrollado sur, se genera una gran industria que la explota, y la lleva al reconocimiento mundial incluso. El dinero trae cambios en la conducta. Aunque no podés volverte auténtico por tener o no efectivo, y como lo auténtico se siente y no hay capacidad de engaño, la magia continuó.

Es por eso que al escucharlos y verlos uno siente algo primitivo: dolor y felicidad que mueven el corazón. En el Sur hay lugar para la angustia, hay mucho tiempo para sentirse blue, tiempo para el desengaño, la trampa, el amor y la sencillez que lleva a la alegría de estar vivos. Pero sobre todas las cosas hay momentos de la música que nos pueden hacer soñar en vida con la perfección. Y cuando esa canción termina yo quisiera seguirla hasta el infinito, suspendido en un paraíso que se cae con la vuelta a la realidad.

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